Algo pasa con Marah


Algo así estuve pensando todo el concierto. Estuve inventándome intrigas, montándome películas. Nos dieron cinco minutos de descanso y salimos a fumar un cigarro. Se lo conté. Pasa algo raro, ¿no has visto los ojos del hermano guapo? Le llamo el hermano guapo, pero ella no está de acuerdo. Digamos que es el hermano que no lleva gorro. Y el otro parece estar todo el rato encima de él, diciéndole qué tiene que hacer. ¿No te has fijado? Ella sigue fumando. Después del descanso, y en medio del escenario, colgándose la guitarra, Serge, porque se llama Serge Bielanko, empieza a hablar de lo que echa de menos a su mujer y a sus dos hijos, a los que ha dejado en Estados Unidos, para venirse de gira a España. Pues igual es eso, la susurro a gritos. Una vez más, me he montado mi propia película. Quizás tiene esos ojos por el jet lag. Y es una coincidencia demasiado irónica, porque luego miro a mi derecha y veo el nombre del festival que organiza el concierto en un cartel bien grande: Jet Lag.

Serge baja al público, como todo el mundo debe ya saber, como hasta su mujer sabe, y se pierde entre la gente mientras cuenta la historia del lavaplatos que sueña. Siempre lo hace. Con su harmónica. Pero le cuesta volver al escenario. Y el grupo se marca un bis y el nuevo batería se da prisa en pasarle una chaqueta por encima de los hombros a Serge y sacarlo del escenario cuando la gente aún aplaude. Él dice que no, pero se deja llevar. Cuando volvió al bis, venía con una botella de vino medio vacía. Sus ojos me lo decían: que todo es fantasía, pero la fantasía, a veces, es pura realidad.

Bueno.

A la mañana siguiente, enciendo el ordenador y tecleo el nombre del grupo en el google finder. Y voy leyendo. Han estado tres años separados. La última vez que los vi fue en 2008, cuadra. Tocaban en el Antzokia con Deadstring Brothers. También los vi un año antes y en el mismo sitio, cuando fueron los gallegos de The Right Ons quienes les telonearon. En su página web, Dave Bielanko cuenta qué ha pasado en esos tres años, mientras describe cómo grabaron el último disco, "Life is a Problem", que aún no he oído porque no sabía que existía. Dave cuenta que durante la gira de "Angels of Destruction" todo se fue a la mierda. Malos rollos con otros componentes del grupo, por algún asunto que concernía a la teclista Christine Smith, ya miembro permanente del grupo; malos rollos con su mánager, con el abogado del mánager; malos rollos que les llevan a perder parte de su equipo, a abandonar Nueva York, a empezar de cero, a caer en un agujero negro y pasar los días bebiendo vino de cartón. Emigran a un recóndito área rural amish en Pennsylvania. La historia toma tintes de película indie, ganadora del premio del público en Sundance. Serge deja el grupo para dedicarse a su familia y compartir blog con su mujer. El grupo se mantiene en un limbo incómodo. Dave sigue dándole al vino de cartón y a los documentales y a los antidepresivos. Después, todo se va arreglando poco a poco. Tres años después, Serge decide volver. Tocan dos o tres conciertos. La esposa de Serge baila en uno de ellos y le da para escribir una entrada bastante emotiva en su reconocido blog. Salen de gira hacia España y su primer concierto es en Bilbao. No es raro, su promotora también es del Botxo, Dave se colocó una ikurriña en la chaqueta, Bilbao está en su corazón, dice. Y ahí estoy yo, entre el público, en una esquina, mirándole a los ojos a Serge Bielanko y pensando que puedo adivinar qué le duele y qué le place.

La verdad es que si jugué a adivinar el tormento de los Bielanko mientras ellos solo intentaban facturar música, fue por una sola razón. Porque su música, te guste o no te guste, o a mí al menos me lo parece, es intrigante. Intrigante porque estimula la sensibilidad más dramática. Te enerva, te enciende, te emociona, te reverbera en el pecho más que en los oídos. Es rock, es folk, siguen patrones clásicos con algún ramalazo moderno, pero sobre todo son pura energía, pura sinceridad, puro estímulo. Y así no puedes evitar que la ternura te erice la epidermis, que te llene la cabeza de pájaros, que te de por hacerte el listo y ponerte a inventarte las vidas ajenas.

Tocaron todas las canciones que ya les han hecho tener un repertorio sólido. Demostraron que tienen tablas para alcanzar un buen nivel sin darlo todo del todo. Les faltó un guitarrista, tienen un bajista nuevo que daría para una sola entrada, la teclista ha cogido más protagonismo, Serge es más polifacético que nunca y el nuevo batería, con su rictus impertérrito, le ha bajado un tono al grupo, pero queda bien. Pero esto pertenece solo mi perspectiva particular, los pequeños detalles que vi yo.

Son lo que vieron mis ojos: los ojos de Serge Bielanko, las botas de Dave Bielanko, la camiseta del fotógrafo que en la nuca leía "Tom Petty Rocks", la portada del directo mientras sonaba "Sooner or Later", el tupé de un tío que tenía cerca, los tirantes del bajista, la gorra del baterista, la flor roja de la teclista, el tatuaje de un vecino, lo fríos que se me quedaron los pies. Después, el concierto probablemente fuera una cosa completamente distinta.

Cada uno.

Cada uno que se invente su propia fantasía.

Cada uno.

Cada uno que sueñe sus sueños mientras friega los platos.

Y los ojos de Serge Bielanko, los ojos de Serge Bielanko que se sigan abriendo y cerrando mientras canta, con la barbilla bien alta y la harmónica en la mano.

Aunque tarden otros tres años, yo volveré a ir, y volveré a hacer el idiota jugando a descifrar detalles que antes cifro, pero eso solo querrá decir que Marah sigue tocando, y sigue tocando con el mismo talento las mismas buenas canciones.

Solo esperemos que, por lo menos, yo sepa escribir mejores crónicas. Por cierto, dice el tío que ha colgado estos vídeos en el youtube que no tiene el copyright, y lo dice en inglés, yo en castellano, pero igualmente los cojo, los cargo y los cuelgo aquí. Ahí están los Bielanko y, por suerte, a mí no se me ve.


Comentarios