El Pirata Drummond



Jornada completa de fiestas sin salir del barco pirata. Piratas no había muchos, punkies bastantes, ¿de dónde salen? Supongo que la pregunta me la podría hacer más bien a mí mismo. Pero yo sé que salir salí ya enfilado porque llevaba tiempo merodeando por la esquina donde sabía que acabaría por cruzarme con Willis Drummond. 
Qué ganas. Fíjate que a eso de las diez, y aún por el barrio, ya iba yo como sabiendo que ayer se me estaban dilatando demasiado los vasos sanguíneos, pero, en lugar de amodorrarme o retirarme o dejarme llevar, opté por reposarme y seguir hacia adelante, coger el metro y ponerle buena cara a todo porque tenía enormes las ganas de ver en directo a los de Baiona.
Pero antes de que salieran al escenario, lo hicieron Penadas por la Ley, a eso de las once y media de la noche y con relativa expectación. Reconozco que a mí su nombre solo me sonaba a una vieja canción de los madrileños Boikot, pero no son nuevas en esto. Al estilo Cápsula, por lo de unir dos continentes que no por lo musical, el trío femenino se subió al escenario y ya apenas descansó hasta el final. Siguen bien el patrón, que no al patrón, de una tradición musical que se tarareó entre el público, sobre todo, cuando versionearion el  "Autosuficiencia" de Parálisis Permanente. 
Refrigerios de lúpulo y, en seguida, los segundos a escena que, por lo visto, aunque yo veo ya poco hasta con gafas, fueron los que menos relativa tuvieron la expectación. Los Carniceros del Norte, según he leído, nacieron como un proyecto personal de Txarly Usher, antiguo cantante de la Casa Usher, que quería hacer un disco musicalizando sus películas de terror favoritas. El proyecto creció, la banda funcionó, y fueron más allá de lo cinematográfico. A Txarly Usher se le vio en forma y los Carniceros no bajaron el pistón hasta que apagaron el motor. Sonaron a The Damned, urgentes y agónicos, sudorosos y siniestros al final, y con un alarde de bajo que hasta nos recordó a We Are Standard, aunque quizás para aquellas alturas ya estábamos cerca de la hipoxia.
Por fin, me asomé a la esquina y me topé con ellos, que ya iba siendo hora. Había leído decenas de veces que tenían un buen directo y que eran una de las bandas desconocidas con más talento de esta zona del planeta. Había oído que se les relacionaba con Fugazi y con AC/DC, aunque a su cantante también le oí hablar de Nirvana, de Pearl Jam, de Kortatu, de Negu Gorriak, de The Drones, Beasts of Bourbon, Motorhead, Karate, Lou Reed, PJ Harvey y hasta de Jacques Brel o Benito Lertxundi. Si metes toda esta verdura en una cazuela te tiene que salir el pisto lisérgico. Yo, de casa, salir salí enfilado, ya lo dije, y del Pirata Gunea, salir salí flipado.
Willis Drummond suenan como si molieras peyote en el ponche de la fiesta de graduación. Si conectáramos una dinamo a sus instrumentos, iluminaban todo el recinto de txoznas. Sí que suenan a Fugazi y comparten el talento para retener los ritmos y explotarlos como jugaba Chaplin con la bola del mundo en El Gran Dictador. Las guitarras se entrelazan, se desatan, el bajo hace malabares y sacan de la chistera a un conejo que aporrea la batera. Manejan los silencios de manera perturbadora, sabiendo construirlos tanto como destruirlos. Lo que intento decir es que puedes intuir por el desarrollo de la canción cuando ésta se va a detener, cuando va a reflotar, cuando viene y cuando se va como se cansaba Kurt Cobain de montar en columpio, pero, sus idas y venidas, sus inmersiones y emersiones, sus apagones y sus incendios son siempre insólitos, desbordantes y alambicados. Vamos, que estuve todo el concierto golpeándome el muslo con el katxi vacío que, para mí, eso es como bailar un pogo en la intimidad. 
Mereció la pena el abordaje y, a los que no los conozcais, os dejo con una pequeña muestra, una que sonó en el  concierto y que casi consigue que me liberara de mi escudo de aplomo reprimido y me lanzara de cabeza al caos muscular de la primera fila. No lo hice, me lo guardo para la próxima. "Pierrot lunar" y nos volveremos a cruzar, seguro.

 

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