Freedom from Freedom



Siempre que vamos, llegamos con el tiempo justo, y siempre nos pasa lo mismo cuando torcemos en la calle Bailén, para coger la Naja y hacer como que no queremos. Si el día es soleado, y un ligero viento mueve los árboles, la ría encajada entre Marzana y la Ribera se ve como en una postal, como si acabaras de dejar las maletas en el hotel y empezaras a callejear por una reservada ciudad de magros misterios. Eso me ha quedado demasiado poético, pero es que aún no he empezado a beber.
Se ve que se está convirtiendo en tradición: dar el txupinazo de fiestas en Bilborock. Este año fuimos solos y fue más fácil refrescarse, gracias a ese coche aparcado ahí en el medio; por fin, te olvidas de la máquina de cerveza.
Llegamos cuando B-Flat ya habían empezado y parecía que el local estaba lleno porque la oscuridad, de espaldas, parece robusta y amplia. Pero había hueco delantero que luego aprovechamos para el segundo concierto. Desde atrás, daba la sensación de que el estereotipo de asistente a las sesiones de rock local que Marijaia reune en la Iglesia de la Merced había cambiado por completo. Mucho pañuelo, mucho pantalón corto, mucha familia unida y bailonga, mucho colorido veraniego y demostraciones inestimables de flexibilidad pélvica, aunque yo no sea el más adecuado para hablar de eso. Nuestro juicio, quizás atropellado, resolvió que aquello se debía, precisamente, a los cuatro que estaban sobre el escenario. 
A mi derecha, un chaval en camiseta, con gafas de sol, y una guitarra muy chula. A la izquierda, el bajista, también cubriéndose la vista. Detrás, un batería, al que apenas veía, porque delante tenía al teclista con un hammond presidiendo la función. Generalmente, cantaba él. A veces, lo hacía el guitarrista. No conocía a los B-Flat, pero ahora que me he puesto a enredar en internet para ver qué me contaban, me parece que lo que me cuentan y lo que yo vi difiere un tanto en proporción y matices, por decirlo de alguna manera que no me comprometa y demuestre mis miserias. En directo, cuando me preguntaron, contesté que creía que habían sacado la pasta antes de que estuviera bien cocida. En resumen, B-Flat hace alarde de buenas influencias, apuestan con elegancia por un estilo sofisticado y tienen buena letra para escribir canciones. Creo que, a todo eso, le falta combustible para que arda. Y me dejo ya de metáforas. 
Un par de cigarrillos sentados a la fresca, y vuelta para adentro. En tres meses, hemos visto a los nuevos Maha tres veces (una vez al mes no hace daño, dice el refrán). Les he oído decir en una entrevista que intentaron cambiarse de nombre cuando cambiaron de estilo, pero que no había forma. Precisamente su nombre demuestra el sentido del humor que caracteriza a este grupo: tenían una batería Yamaha, le quitaron el "ya" y ya tenían nombre. Eso lo he oído en la misma entrevista. 
Cuando eran Maha y aún no estaba Patxi López (también Patxi Paniks) hacían psicodelia. Entró el barakaldés y se pasaron al garaje y al punk. Luego hubo más cambios: se fue la vocalista, se apuntó John Bolduan para tocar el banjo y decidieron retroceder en el tiempo y darle al swing y a otros estilos para acabar montándose un espectáculo folky que supera esa etiqueta, reluce con el aparato dramático con el que lo decoran y divierte lo mismo que emociona. La verdad es que forman un grupo virtuoso, con canciones macizas y exuberantes, mucho sentido del humor, eficaces sobre el escenario, y, ya que me he puesto a alabarles, digamos que invitan a apostar por ellos en la lucha primitiva que todo artista mantiene por ser auténtico y original. Y suenan auténticos y originales aunque se ciñan a las normas de los estilos porque son capaces de tocar el contrabajo como si Thomas Martin vistiera muñequeras con pinchos, y el violin se marca riffs y el banjo punteos y el batería les maneja como le da la gana y el cantante puede imprimirle a las canciones los matices que desea sea ejerciendo su personaje o sin él. Se ponen caretas, se las quitan, sacan tablas de lavar y hasta chicas que sacan música de una sierra, versionen a Chuck Berry y a Sun Ra, invitan a Mario Bros e imitan a los hipopótamos, pero, ante todo, hacen canciones rock aunque suenen folk, tirolesas, mambo, swing o lo que sea. 
Hace tiempo conocí a un tío que fumaba demasiado y me hablaba todo el rato del jazz de vanguardia. Yo no le hacía caso. Una noche, joder que noche más larga, acabamos en su casa y me puso los discos de Sun Ra. Me tiré por la ventana, de verdad, pero porque vivía en un bajo y abajo había un cesped fresco y mullido. Se reía y me tiraba de la camisa para que volviera a entrar. Luego me ponía videos del youtube con poemas recitados de Sun Ra. Fue como un viaje cósmico. Al espacio exterior. Al músico de Alabama le hubiera gustado la experiencia. Y a mí me gustó su poema "Freedom from Freedom". Cuando me levanté por la mañana en el sofá de aquella casa, lo primero que vi fue mi brazo tatuado en tinta de bic con el título del poema. No ha venido a cuento, pero qué más da. Si queréis historias mejores, ir a ver a Dr. Maha's Miracle Tonic en directo y probad el tónico, empiezo a pensar que eso fue lo que bebimos aquella noche.

 

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