Quentin RJ



La tormenta ya ha cruzado la ciudad. Aún así, todo está oscuro y no me preocupo. Conduzco despacio, limpiando el vaho con la manga de mi camisa. Pienso lo mismo de siempre: que hay algo que deprime y que me excita en este paisaje agresivo y desapacible. Conduzco hacia la negrura, alejándome de las afueras, dejando atrás la civilización. Conducir así despeja, sosiega y anestesia.
Salgo de la autopista y apenas veo la carretera. La niebla me obliga a concentrarme en los focos traseros del coche que me precede. El rojo eléctrico me hipnotiza. Me relajo, me sosiego, me anestesio y, como voy cómodo, lento, abrigado aquí dentro y disfrutando de la tormenta, pongo la radio.
Yo ya he terminado de trabajar. Diego RJ, no. Dice que Tarantino ha cumplido medio siglo y que esta tarde en el sótano se han montado un guateque con las canciones de todas sus películas.
Descendiendo el puerto, se esfuma la niebla, aparecen las sombras de los prados, el valle retumba con la música de Randy Crawford.En algunas curvas, el coche desliza, como si tuviera prisa por trazarlas. Quizás bailen porque aún sigo silbando la canción de The Statler Brothers. Urge Overkill sonó mientras rebasaba a un camión por la autopista. El trémolo de guitarra en la canción de Nancy Sinatra me despegó las manos del volante. Charlie Feathers casi me confunde de pedales.
Cruzo un pueblo fantasma, con todas las cortinas corridas, las fachadas húmedas, el silencio escondido detrás de cada esquina. Lo cruzo a 40 kilómetros por hora, las luces ámbar del semáforo parpadean, cuando lo dejo atrás, Diego RJ termina de explicar que The 5 6 7 8s siguen tocando en directo, que pronto vendrán a Europa, y que su única fecha les llevará hasta Valencia. Dice que han grabado un ep con Jack White. Pienso en conducir bajo una tormenta hasta Valencia. Pero no me apetece. Pienso en el ep en vinilo que compré en San Francisco. Quizás sea una joya. Recuerdo que acabamos cerca del Alamo Square Park y había refrescado y la ciudad se veía como siempre: deprimente y excitante en aquel paisaje sereno y apacible. Tenía el disco envuelto en papel, pegado a mi cintura, y solo pensaba en la cara que pondría cuando lo viera. 
Diego RJ sigue hablando. Después del woo hoo empiezo a aburrirme. Estoy cansado de curvas, tengo ganas de llegar a casa. El valle empieza a abrirse y aparecen más tinglados, casas, me acerco a la civilización. De vuelta. Otra civilización, pero la misma. Puede que hasta la misma que veía desde una esquina de Alamo Square Park. 
Me detengo en un semáforo. Abro la ventanilla. Huelo el frío y la lluvia. También la veo, haciéndome cosquillas en el codo. Así que es el cumpleaños de Quentin, ¿eh? Pues felicidades, pienso. El semáforo se pone en verde, giro todo el volante a la derecha y murmuro: happybirthdaymistertarantino y me acerco muy despacio hasta el peaje para volver a coger la autopista. Como Tony Soprano, sin escapatoria, cada capítulo conduciendo hasta casa.


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