El pánico de estar como un chivo





No te importará pero yo te lo cuento: me siento un poco como el Bourne ése. Me he despertado esta mañana y la cama se balanceaba como un palangrero en medio de la marejada. No me acordaba de nada, no recordaba quién era, pero mi cuerpo escondía alguna pista. En el dorso de mi mano, aún podía leer nueve letras misteriosas tatuadas en tinta azul: ¿archivado? ¿Qué significa eso? Pero aún había más: un extraño mensaje codificado  se repetía en mi cabeza. No conseguía descifrarlo, pero me perforaba la sesera como si fuera una premonición vencida. Aún persiste: es como un zumbido, un céfiro eléctrico, una corriente invisible, el estruendo en sordina de dos guitarras agudas como alfileres tachonándome las córneas. Lo dicho, como el Bourne.
Mientras escribía todo eso se me han ocurrido las siguientes degeneradas asociaciones degenerativas: marejada - majareta, sesera - seseña, céfiro - záfiro, tachonándome - cachondándome, Bourne - Bournemouth. ¿Qué? ¿Qué coño me pasa? Lo dicho. Pérdida de identidad, resaca, rock and roll. Calambres mentales: mental cramps. Cramps.
Ya lo pillo. ¡Ya me acuerdo! Joder. Ayer estuve de concierto... Sí, sí, espera, ¿dónde? Un sitio oscuro. Recuerdo que el suelo resbala. Había gente. ¿Quién? Gente, sí. Muy seria. Pocos, pero gente. Olía a cañería. Todo estaba muy oscuro, pero había gente. Creo que ya empiezo a recordar. El pánico de estar como un chivo. ¿Cómo? ¿Archivado? ¿Qué significa eso?
Fundido en negro.
Elipsis.
Epilepsia.
Silesia.
Sífilis.
Sci-fi.
The Scientists.
Tits.
Buff, qué demencia. A go-go. No sé qué pasa. Sí, ya he recuperado la memoria, pero hace como 256 palabras (sí, cuéntalas) que lo que perdí fue el conocimiento. Gracias a las licencias literarias voy a darle un poco de cordura a todo esto. Creeros que me he encontrado una hoja de cuartilla doblada en mis pantalones vaqueros, mientras buscaba más pistas para averiguar si de verdad yo era Bourne o no. Esto es lo que pone, lo leo en voz alta:

El primer grupo se llama Chivo. No es la primera vez que los veo, ni la segunda, y, la verdad, me sorprende darme cuenta de ello. Hoy he leído una entrevista en El Correo. Miento, solo he leído el titular. También recuerdo haber leído en otro sitio elogios varios para su último disco. Son cuatro tíos, colocados estratégica y convencionalmente sobre el escenario. Apenas se mueven, poco hablan, solo tocan con precisión. El bajista tiene dedos de pianista. Me gusta la voz. No ganaría ningún concurso televisivo, pero parece perfecta para la música que hacen. Que hacen stoner rock, se llama. Aquello que dicen que inventó Kyuss en los noventa. La línea de bajo es como un martillo pilón, pero cada vez que cae la leva y pica, saltan lascas de oro bruto. Mola, que diría el otro. Tocan una hora, no hacen bises, y se quedan por allí a beber cerveza y ver al segundo grupo. Cambio de párrafo. 
El segundo grupo, repito estructura, se llama Paniks. Un poco de historia: fueron tres, luego cuatro, ahora siguen siéndolo, pero han perdido el hemisferio derecho de su cerebro. Seguro que ha habido más cambios, pero yo no los conozco. Sé alguna otra cosa, como, por ejemplo, que grabaron The Panik Kontroversy hace diez años y casi que se ha convertido en disco de kulto. Hace menos, repitieron, y el Panik Piknik fue un diskazo. Yo me lo pongo en casa mientras quito el polvo y lo que acaba desempolvándose es mi pelvis. Del más reciente, cayó alguna canción al final, lo demás, fue repasar y celebrar que ya han pasado diez años desde que empezó la pánica polémica. Tampoco es la primera vez que veo a estos, pero es la primera vez que les veo siendo Rioja (miembro original) cantando y a la guitarra, Zebu (ex Wers y ex Porco Bravo) a la otra guitarra, David (Maha) al contrabajo y Patxi (también en esto desde el principio) a la batería. Funciona. O sigue funcionando, diez años después y con tanto cambio. Si tuviera, que supongo que tengo, que utilizar etiquetas y referencias, podría, y puedo, hacer corta y pega, y usar lo que siempre se usa para hablar de ellos, pero paso. Prefiero decir aquello de que las guitarras suenan como rasga el filo de una espada el cuello de un suicida, la batería percute igual que el calibre 44 del inspector Callahan, aunque en el parche de su bombo aparezca Kikuchiyo, y las cuatro cuerdas del contrabajo parecen el dulce sonido del galope de los cuatro caballos del apocalipsis. Todo eso junto, jinetes, inspectores, samurais y kamikazes hace que Paniks sea un grupo enérgico y musculoso, montaraz y vesánico, patógeno y anabolizante. Podría seguir, más que nada, porque no tengo nada mejor que hacer que seguir abusando del diccionario de sinónimos online, pero se me acaba la cuartilla imaginaria y se me agota el recurso literario.

Vuelvo a doblar la cuartilla y la devuelvo a su bolsillo. No sé si Jason Bourne, al final, encuentra su verdadera identidad, pero a mí ya se me ha pasado la cruda, se despejan las nubes, recuerdo todo lo que hice ayer y, como con cualquier resaca que se precie, duele lo mismo la conciencia que los síntomas físicos. Sin embargo, no consigo librarme del zumbido en mi cabeza. Ni consigo ni quiero. Es una electricidad cautivadora. Agradable. Un puto pistón combustionando en mi cabeza. Mola, que diría el otro. Lo que no mola tanto es perder la medida y hasta el decoro a la hora de escribir. Lo confieso: me he tomado un tiempo y he vuelto al principio. Excesivo, digresivo, grotesco y superfluo. Es lo que hay. Yo paso de volver a empezar. Paso de corregir. Paso de mí mismo. Hoy paso del pop y de los libros de estilo, ayer fui testigo, hablando en plata y poniéndole la placa a esta entrada, de un concierto de rock cojonudo, y me la soplan los guiones, las tildes y las consecuencias. No tengo miedo ni pánico cuando descubro que mi verdadera identidad es la de un bloguero ebrio de verbo y cerveza que está como un puto chivo. ¿Archivado?

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