La gran ballena blanca y los camioneros del riff



Después de perdernos a Guadalupe Plata, a Dead Bronco, a Josh Rouse, a The Brand New Sinclairs, a Willis Drummond, a Belako, el pasacalles del Dr. Maha y no sé cuántas cosas más, ver el concierto de The Riff Truckers y Moby Dick & Band era una cuestión terapéutica. Si no fuera porque no hubo colas, hubiera dicho que mientras la hacíamos para comprar las entradas, me sentía como si estuviera esperando mi gragea de metadona. 
Por la mañana (ya que me he puesto en evidencia muchas veces antes, por qué no seguir haciéndolo) me permití el lujo de fustigarme los gemelos corriendo seis kilómetros por la orilla de la ría, mientras los turistas se sacaban fotos bajo el vientre de la araña, las parejas de enamorados se magreaban en los bancos, los que lo estuvieron hace años se comían sus helados, y un par de miles de tíos y tías en pantalón corto o con mallas sudábamos por el simple placer de hacerlo. Sí, a mí, a veces, también me cuesta encontrarle el sentido, pero me sentí, si se me permite, de puta madre por la tarde, después de soltar endorfinas y superar mi pereza y el virus estomacal que me había jodido el plan de conciertos de la Aste Nagusia. 
Así que allí estábamos los dos, sentados en los peldaños del escenario del Antzokia de Bilbao, bebiéndonos nuestras primeras cervezas, observando la herencia de la gente en el desgaste de la tarima y sin saber muy bien qué iba a venir después. Ella pensaba en lo que pensase y yo andaba más preocupado del fútbol que del sexo de los ángeles. Volvimos al exterior porque hay que respetar la ley anti-tabaco, y cuando volvimos, Eneko Burzako ya estaba en el escenario, bien arropado; entre las sombras se advertía la presencia de unas cuantas espaldas atentas, y se respiraba un sensato ambiente de satisfacción expectante. 
Encontramos un rincón, abrimos la boca, y la cerramos más o menos cuando terminó. Telecasters, estratocasters, teclados, violonchelo, percusión variada, coros de Ainara Legardón, talentosos silbidos y yo qué sé qué más. Todo para engalanar la guitarra acústica de un cantante que, en euskera y castellano, repitió varias veces que había estado afónico toda la semana, aún seguía renqueante y habían estado tentados de suspender el concierto. Bendita afonía. Luego le dije a ella que aquello sonaba a cuando eras estudiante y salías de un examen con la boca chica poniendo cara de plomizo y arrugando el morro para luego aprobar con nota. No es que dude de la veracidad de la enfermedad, pero si ayer estaba afónico, cuando no lo esté, me va a temblar hasta el tuétano cuando le oiga cantar. 
Eneko Burzako suena a muchas cosas que supongo que le habrán servido de inspiración y escuela. Yo, que no tengo tanta, me acordé de Micah P. Hinson, de Nick Cave (fácil, versioneó "The Mercy Seat"), del Eddie Vedder de Into the Wild y de alguno más. Con una banda que aceptaba el segundo plano y lo revertía con talento, Burzako comenzaba las canciones con su acústica y mucha frugalidad, y las terminaban con una tempestad eléctrica. Todos estaban sentados, afinados (a pesar de los problemas con los comercios musicales locales), acompasados y muy bien ensamblados. Todo articulado para funcionar: un coro breve, un redoble percutido, un riff sutil, todo bien enlazado y soldado. Todo.
En líneas generales, una sorpresa tan agradable como las que te aguardaban en las piñatas cuando eras un ñajo. MobyDick promete mucho más de lo que se las prometía el capitán Ahab. Habrá que seguirle la pista con la misma testarudez con la que perseguía el Pequod al cachalote. 
Ya convertidos en trío, nos pusimos en primera fila para ver en directo cómo se le inflaman los mofletes al cantante de The Riff Truckers. Y he dicho esto para que su enrojecimiento facial sirva de evidencia, porque los de Gernika empezaron el concierto a un ritmo endiablado y lo terminaron igual, sin un solo segundo de descanso, ni para beber whisky ni para beber patxarán, ni para tomar aliento. Para que te hagas una idea, imagínate que Usain Bolt gana la maratón con el mismo ritmo por kilómetro que normalmente consigue en solo cien metros. 
Ya hablé de ellos hace un par de entradas, y lo que dije multiplícalo por dos y acorázalo con un betún de metal. Su rock de raíces, su tendencia sureña, su deje fronterizo se amanceba con el metal y les confiere una singularidad de gran valor. Si el cantante se acalora y los demás sudan es porque, sobre el escenario, no se conceden tregua y demuestran la rotundidad de sus canciones al convertirlas en auténticas invitaciones al delirio y el deleite, que no son sustantivos muy rockeros, pero yo por la mañana practico el running y por la tarde pongo cuernos, así que no soy de fiar. Debieron terminar con su versión del "Born to Be Wild" porque para entonces ya aullábamos todos como lobos esteparios. 
Vamos, que si llegamos buscando metadona musical, nos marchamos con sobredosis y aunque la sesión no consiguió aliviarme el remordimiento de los conciertos perdidos, bendita sea la droga del rock and roll.
 

Comentarios

Raúl ha dicho que…
Lo que más me ha impactado de tu entrada: ¿te vas a correr hasta Bilbao?, ¿por qué?

Dicho lo cual, deberiáis haber venido a los conciertos del día de Josh Rouse (aunque los Fakeband esos me parecen un poco... psché... )... Te habrían inspirado sobremanera, como lo hizo la decepcionante peregrinación al CBGB de tu entrada anterior (y sí las menciones a todas tus entradas es para demostrarte la pechada que me he pegado a leer hoy el Fiasco al Cuadrado)

Siempre suyo,
Holden Fiasco ha dicho que…
Tío, cómo te haces eso. Está contraindicado. Leer más de una entrada de este blog seguida produce cojera. ¿A que te has levantado raro esta mañana? ¿Como que la cama estaba más alta? Aunque no me responsabilizo de las consecuencias, se agradece, de verdad. Siempre complace recibir visitas agradables. Me apunto en la libreta todos tus comentarios y propuestas,eso sí, lo del balón Mikasa o la camiseta de Arconada, mal, son productos de anticuario ya, pero la primera ronda corre a mi cuenta cuando, por fin, compartamos platea en un concierto, prometido queda.
Un abrazo y muchas gracias por el interés.
H/A