Undostres!!!



Una cosa: no tengo ni puta idea de cómo empezar. De cómo terminar, tampoco, pero eso es lo de menos. Empiezas y ya acabarás, pero si no sabes cómo empezar... empezar por decir que no sabes cómo empezar no es la mejor solución. 
Dos cosas: me da igual y, además, la gente que lee esto ya está acostumbrada. 
Tres tíos: uno que toca la batería, otro que toca el bajo, y el tercero a la guitarra, que también canta. 

Un, dos, tres, ¡fuego!

Los Quadrophenicos (con o sin acento, no lo sé) de Arrasate, o Mondra, versionearon "Sonidos de guerra" de Eskorbuto, y antes lo hicieron con "Venid a las cloacas" de la Banda Trapera del Río, dejando testimonio de su formación y equipaje. El cantante vestía camiseta de The Sonics (¡digresión!, que decía el propio Holden Caulfield: el otro día escuché su último álbum y no me quedaron ganas de escuchar otra cosa en todo el día), en el bombo ponía Los Cretinos y en el pozo sin fondo de internet les ves categorizados con etiquetas como garaje, punk, rock, rhythm and blues, blues... Por lo tanto, ¿alguien lee las etiquetas de los vaqueros para saber si puede o debe lavar los pantalones en frío o en caliente? Pues lo mismo pasa con la música: camisetas, descripciones largas del facebook, versiones y acordes prestados... Da igual todo: lo importante es el producto que siempre altera los factores.

Estos tíos son capaces de cantar una línea que dice "la policía al acecho está" y cerrarlo con un punteo con los dedos haciendo arabescos por la mitad del mástil. Punk y rock pero distinto. Nasti de Plasti, que fue a los últimos que vimos, son punkrock, pero como si ambos fueran líquidos miscibles, que yo no entiendo mucho de química pero espero que sirva para explicarme, y al mezclarlos producen una solución única. Los Quadrophenicos (con o sin acento, no lo sé) son punk y rock, como si la mezcla funcionara pero los solventes no formaran un todo homogéneo. Me explico: en una misma canción, las partes vocales pueden ser hasta hardcore a lo Mackaye y Picciotto, acompañadas por un bajo a lo The Business y una batería con perfiles pares, pero, de repente, se sueltan un frenazo y aparece un punteo que suena a rock and roll del de academia y enciclopedia, con cierto peso bluesero que hace aún más difícil la mezcla. ¿Lo cojonudo? Lo cojonudo es que mi estúpida y presuntuosa explicación pseudocientífica no funciona tan bien como funciona la mezcla de estos tíos, por mucho que se les vean las partes y/o las costuras. 

Déjame que te sea sincero por última vez: hubo momentos en los que aquello, más que El Tubo, parecía el local de ensayo de estos tíos en Arrasate, o Mondra, o dónde sea que ensayen. "Puto flash," le grita el cantante a un colega mientras se ríe. Desde mi esquina, me siento, a veces, como las amigas de Mary Tilford, escuchando escondido detrás de la puerta, porque estos tíos parecen estar tocando para los cuatro colegas que vinieron con ellos. No entran al trapo de las coñas futbolísticas y regionales que se escuchan por el fondo, aunque, al final, el batería, un tío que resultará bien simpático y se hartará a regalar discos después del concierto (gracias, tío, lo escucharemos con atención), se anima y grita: "Bilbao llega hasta Mondra, ¿no?" Algo más le costará al cantante, que se pasa la mitad del concierto sacudiéndose la muñeca izquierda y haciendo estiramientos, y al final, su chiste nos lo explica todo: "Mira si soy del Athletic que juego lesionado." Pero, a lo que iba, tocan como si estuvieran en el local, mirando para el techo o para la grada donde tienen a la afición. Incluso se lanzan preguntas como si estuvieran practicando: "¿Cuando está distorsionado o cuando no está?" El batería se excusa y va a mear: "No es muy profesional, pero...". Así que dicen: "Vamos a ir acabando con una versión..." Y desde el graderío del equipo contrario gritan aquello de "¡¡¡Una de Los Roñas!!!!", como es tradición por estos lares, pero ellos se sueltan el  "uno... dos... tres... Eskorbuto." La cosa llega al paroxismo de la república de mi casa cuando al pedirles un bis, en lugar de ello, el cantante se pone a la batera y dos chavales, aparentemente con edad para jugar en los juveniles de la Real ("La cantera de Gipuzkoa," sonríe David), y que estuvieron siguiendo el concierto como si por fin les interesara una lección de la profesora de inglés, pillan la guitarra y el bajo y se lanzan a tocar. Eso sí, como dicen que ocurre en el rugby, después llega el tercer tiempo, y todos los (pocos, la verdad) asistentes se mezclan (miscibilidad, qué bonita palabra que encontré en la wikipedia, fijo) con la banda, con los espontáneos, con los hosteleros, con los lugareños, y se reparten discos, se aceptan, otra vez, las coñas futbolísticas y regionales, y ya te lo dije al principio, no sabía cómo empezar, pero tampoco cómo acabar. Así que mejor paro aquí que a mí nadie me pide un bis.    

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