Crónicas y crónicos: Toni Monserrat en dúo electroacústico con Simó Vall



Cosas como éstas las he dicho ya tantas veces que la gente va a empezar a pensar que me tienen en nómina o, simplemente, que soy un puto pesado lameculos. Y uso "puto" y "lameculos" para sentirme mejor, pero no funciona. Eso sí, lo repito: si entras a El Tubo ya no vas a salir nunca. Físicamente, igual sí, pero como te atrape la locura de la música en directo, el efecto se hace crónico (va en el título, ¿lo pillas?). 

El mes de Noviembre estaba sembrado de matas de habas mágicas. Rotten Mind, Punk Panther y Escobar estaban en mi agenda, como se suele decir, apuntados en rojo, y como suele ocurrir, me los perdí a todos. Uno detrás de otro, es lo que hay. 

De todos los que había en Noviembre, solo he acabado por ver a uno, el único que no quería ver, je. Me lo creo, tío, estás de dulce hoy: tienes más gracia que las tomas falsas de Tendido cero.

En serio, entre los muchos conciertos interesantes que se montaron Lombardo y Helm para este mes, Toni Monserrat Inc era cita obligada por lo personal tanto como por lo musical. Y aquí ya podéis salir despavoridos, porque sí: la objetividad la perdí antes que la virginidad. El crooner balear se presentaba en Barakaldo acompañado de Simó Vall, guitarrista de su banda y de otras cuantas, porque se podría hacer una babilonía de párrafos intentando resumir el currículo de estos dos. Desde los tiempos en que Albert Pla aprendía a tocar la guitarra hasta los acústicos de hoy, ambos han pasado por experiencias como sonar en Radio 3 con una canción que se acercó a himno en las islas o telonear a los Ramones en su gira peninsular. La primera la hicieron juntos, la segunda fue cosa del segundo cuando actuaba con los BB sin sed (ya lo he dicho, me quedo tranquilo). 

Todo ese bagaje, de alguna manera, se percibe cuando tocan juntos en el diminuto escenario de El Tubo. Simó sabe permanecer detrás, asomar solo cuando debe, rematar de cabeza solo cuando le dan el pase definitivo. Toni, por su parte, no necesita buscarle, girarse para percibir que está ahí y que va a saber exactamente lo que tiene que hacer. Así, en conjunción, sin alharacas ni zarandajas, con la antigua raiz mineral en la mano, nos dejaron resumida la genialidad y la vulgaridad de la música: una guitarra eléctrica, epiphone recién estrenada con el cuerpo amarillo, una acústica, taylor californiana de espíritu combativo, y un micrófono para los dos. Así repasaron 38 Bucks, cantando la que da título al disco y una "Johnny Supermarket" que sonó más a directo en Campanet que a duelo al sol con Jason Ringenberg. Para alegría de una parroquía que no las conocía pero las disfrutó, los dos músicos mediterráneos viajaron en el tiempo para rescatar "Niño asesino" y "Fotocopias en el acto", ambas reclamadas del repertorio de los históricos Murder in the Barn. También se dedicaron a versionear: pasaron del "Merritville" de The Dream Syndicate al "I Wanna Be Sedated" de The Ramones, para repetir punk primigenio con una "Sheena Is a Punkrocker" que a alguno por el fondo le hizo feliz de manera instantánea.    

De todas las crónicas que pude escribir en Noviembre, solo escribo ésta, pero es más que suficiente. La veintena de valientes que nos reunimos por allí (sección autóctona de la isla inclusive), salimos aparentemente satisfechos y sudados. Algunos con discos gratis, otros con las neuronas hipotecadas, pero todos embaucados por las distancias cortas y las fórmulas sencillas. Y si no fueron todos, muchos. Que muchos de veinte, es casi todo del mundo. Crónico debe quedar el tormento después de leer una de mis crónicas.





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