BafFAST, too fast



Se iba a cabrear Bo Diddley, quien decía aquello tan versioneado de que no se puede elegir un libro por la portada. Una vez me compré uno solo por que me gustaba el título. Era de Javier Marías y yo aún no tenía la mayoría de edad. Por ahí está: ya no me gusta el título y aún no lo he leído. Se iba a cabrear Bo Diddley porque las cosas hay que tomárselas en serio y no se puede elegir al tuntún ni escribir al runrún. Y por eso no iba a haber crónica.
Pero la hay.
La hay porque de mayor yo quiero seguir siendo así: inconstante, tornadizo y contradictorio.
El domingo hubo dos conciertos y no hubo ninguno. En los dos estuvimos de cuerpo presente, por breves instantes, incapaces de absorber la música como comúnmente lo hacemos.
Primero, nos presentamos en familia para ver a Brand New Sinclairs moldear su repertorio con la audiencia en la consciencia. Y es que en lo que antes se llamaba la Campa del Pito y ahora no sé cómo se llama, allí donde, antiguamente, se montaba la plaza de toros en fiestas y hoy ya no se hace porque, a veces, hasta los ayuntamientos maduran normalmente, se presentaron familias enteras, curiosos y curiosas, jubilados extraviados, niños y niñas de todas las edades, fotógrafos y fotógrafas amateurs y amateuras, profesionales y profesionalas para darle la bienvenida al Baffest, festival barakaldés de fotografía, que inauguraba tan grata ocurrencia con un concierto al aire libre a cargo de los ya mencionados Brand New Sinclairs.
Empezaron los antiguos The Sinclairs con su repertorio propio, recuperando incluso canciones que recordamos haber oído desde los primerísimos conciertos, pero añadiéndole a la música la coreografía de una jovencísima bailarina que se movía mejor que lo que algunos lo hacían en Fama, con su osito de peluche de la mano. Después pasaron al didacticismo más divertido y acabaron versioneando desde Nancy Sinatra hasta los clásicos con más funk, swing, y bule bule, permitiendo que los niños se quitaran los zapatos y se pusieran a bailar al ritmo de los rosas que vestía Ana.
Una buena fiesta que en nuestra esquina, Vera disfrutaba con arranques flamencos y movimientos de cabeza a lo Sepultura meets Rabbid Invasion, como solo ella sabe bailar y como ha repetido esta misma mañana mientras yo le pinchaba Kitty, Daisy & Lewis para desayunar. Sus padres, que somos dos que nos proponemos inocularle el hambre musical, la seguíamos ojopláticos y lunáticos, azuzándola para que no dejara de bailar hasta que dejaba porque le daba la gana.
Sin pedir permiso ni despedirme, hice mutis por el foro y salí por el vomitorio de la izquierda, caminando rápido para llegar al Tubo y robarle aunque fuera veinte minutos a la mañana de domingo porque quería ver algo de la sesión vermú en el templo del baskizol.
Llegué cuando Travesti Afgano probaba sonido y ya le aplaudía la concurrencia, mientras ellos, algo dormidos, me pareció, preparados en formación y pidiendo avituallamiento, se reían cuando decían que solo estaban probando pero que ahora mismo iban a empezar. Me dio tiempo a escucharles cinco canciones, entre ellas, si no me confundo, alguna de las que escuché en Radio 3 cuando les descubrí y acepté que había ahí algo más que uno de los nombres de banda más extravagantes de los últimos tiempos. Casi tanto como el epitético Muerte Mortal, banda que les seguía luego en la sesión matinal del Tubo, y a los que no pude quedarme a ver. No me dio tiempo ni para hacerme un juicio formado de lo que ofrecían en directo los gallegos pero reconozco que me quedé con las ganas de seguir descubriendo y descubrir si esos teclados acababan por taladrarme el cerebro o no. Me sonaron oscuros, épicos, punkarras, vanguardistas, lentos, rápidos, propios del Rockdelux y del Maximun Rock'N'Roll. Es decir, nada, que no me dio tiempo a llegar a conclusiones y no podía ser de otra manera cuando solo me llegué a ver la portada antes de tener que marcharme. 
Acepté por buena la cerveza y esas cinco canciones, eso sí, para quitarme el mono de Tubo que tenía. Hoy volvemos a la palestra, creo, porque llega Kim Salmon al pueblo y, en principio, tengo apalabrada mi presencia. Después llega el finde, pero de eso ya hablaremos. 
De lo que quiero hablar antes de marcharme es del Baffest. Buena gente (y mejor bailarín) anda detrás de esta idea que ha engalanado las farolas de Barakaldo y muchos otros rincones, con más cosas que simples blasones de publicidad. Si tienes la oportunidad, pásate por el pueblo y busca las sopresas como los americanos buscan huevos de pascua. Yo ya he empezado pero no he terminado aún. Aún tengo, eso sí, pendiente seguir imaginándome las historias que sugieren las fotografías de Cristina de Middel, por ejemplo. Empieza por ahí, si quieres, y luego déjate llevar. Yo lo haría y lo haré y poco más puedo decir antes de poner el punto y final. 

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