Historia de un vinilo en concreto






1

El último día, decidimos cargar las maletas y comer en Porreres. Desde allí hasta el aeropuerto, media hora. El Volvo había estado al sol desde que este salió. Mientras Toni conducía y subía el aire, yo, de copiloto, cuidaba el vinilo, en mi regazo. El resto de la mañana, se quedó en el maletero, metido en una bolsa de Miramá, sobre la caja vacía donde venía la botella de Seagram’s. Al sol.
Ya en el aeropuerto, al llegar al control de seguridad, saco el portátil de la mochila y lo coloco en una bandeja. Al lado, la batería. En otra, la mochila abierta, el cinto, unas pocas monedas y la bolsa con el vinilo.
Puerta 45. El vinilo me lo olvido en una butaca. Nos cambian la puerta. Puerta 49, el vinilo de parrilla, aguantando una botella de agua de medio litro, mientras recorro el pasillo de arriba abajo con una niña que no entiende de retrasos.
Vueling nos coloca en sitios distintos y a mí me toca salida de emergencia. Coloco el vinilo en el compartimento superior y rezo. Tenemos suerte y nos cambian de sitio. Recupero el vinilo y lo coloco encima de la mochila, debajo del asiento del pasajero que, por suerte, no se reclina.
Aterrizados, en la cinta, espero las maletas con un carrito al que le falta una rueda. Coloco el equipaje; me pongo la mochila. “Por fin”, susurro. Cuando voy a salir, me doy cuenta. ¿El vinilo? Allí está, abandonado junto a un alemán al que le ha sentado mal el viaje o todo el verano.
Hogar dulce hogar. La niña corre libre y salvaje por un paisaje que conoce de memoria. Su madre deshace las maletas mientras yo vigilo y ayudo, sin tener éxito en ninguna de ambas. Cuando me doy cuenta, mi hija tiene el vinilo en las manos y lo ha convertido en un volante mágico con el que maneja un auto de nubes de colores que le transporta a un reino de ilusión. El viaje lo interrumpo yo, que aparezco con los ojos desorbitados gritando noooo como quien cae por un pozo. A tiempo, lo recupero justo cuando cogía la salida hacia el reino de las hadas.
Una cosa: el vinilo no tiene funda. Nadie sabe dónde están las fundas. Parece que Xim se encargaba de encajar las piezas. El disco por un lado, la cubierta por el otro. Ha viajado sin más protección que una fina envoltura con su forma y la bolsa de una tienda de ropa de Santanyi, Mallorca. Y ha sobrevivido.
La mayoría de la gente apareció por la puerta de salida del aeropuerto con su habitual aprovisionamiento de ensaimadas. Yo llevaba bajo el brazo un vinilo al que no corresponde mejor calificativo que el de superviviente.

2

Sobrevivir al éxito, por muy relativo que sea, es cosa jodida, supongo. No hablamos de esto, pero me fui con la sensación de que ellos lo consiguieron. Una tarde de calor, después de jugar en la piscina, degustar el cochinillo que a alguien le tocó en un sorteo de un equipo de fútbol, abrir el crianza, terminarlo, y compartir mesa entre risas y conversaciones amenas, Xim aparece con el vinilo en las manos, y delante de Gaspar, Simó y Toni, me lo regala como a quien le dan una placa de homenaje después de rescatar a un niño huérfano que se ahogaba. Con apretón de manos y todo. Si la placa fuera de oro, la fundía y me hacía una funda para la muela, pero el vinilo, no. Para mí, tiene aún más valor que el preciado metal. Por una parte, es música grabada en surcos y eso es tan precioso como un sarcófago egipcio. Por otra parte, me lo han regalado unos tíos a los que conocí como quien dice ayer y, desde entonces, me han tratado como uno más de la familia cuando, en realidad, yo era a la vez turista y admirador, recién llegado y extranjero. Nunca he sabido ser el centro de atención y menos aún soy capaz de entender que alguien pueda tratarme con ese cariño y atención cuando no comprendo qué he hecho yo para merecerlo. Así que cojo el vinilo y lo guardo en la habitación, pero no dejo de pensar en él mientras volvemos a la piscina, se sirve el postre, corre el Romanetti y siguen las risas y las conversaciones amenas. Yo también sobreviviré a este pequeño éxito.

Unos días más tarde, nos despedimos de Xim y Gaspar en su bar. Simó nos acompaña hasta que se monta en la moto. Toni nos deja en la fila que apunta hacia el mostrador de Vueling. Abrazos. Llevo el disco bajo el brazo. De alguna manera, todos ellos se han quedado grabados en esa órbita de vinilo.

3

Así que, cuando días más tarde, de vuelta a la realidad, encuentro un momento para levantar la tapa del tocadiscos y la música invade nuestra casa, a kilómetros de distancia del sureste de la isla, un mar más allá, vuelven de golpe los horizontes crecidos, las montañas ampulosas, la tierra rojiza, la piedra blanca que se esconde dos palmos por debajo, el suspiro de la tramontana, las contraventanas de colores, las callejas estrechas, los almendros, los acentos angulosos y el frescor de la vida entendida como una oportunidad continua de disfrutarla. La gente. Después de un viaje tan largo y de culminarlo con éxito, no podía ser de otra forma y este vinilo, definitivamente, es mágico. Menos mal que se lo quité de las manos a tiempo, porque seguro que mi hija lo hubiera convertido en un platillo volante.

4

Los Murder in the Barn solo publicaron un álbum. Lo grabaron en 1990. La canción “Al sur de la carretera de Manacor” se convirtió en un pequeño éxito en la isla y más allá. Sonaba en Radio 3, donde también pinchaban la que cerraba el disco, “Dos cruces”. Cruzaron el Mediterráneo y tocaron por la península. Su música recibió distintas etiquetas: rock fronterizo, rock sureño, nueva ola de los 80, rock de raíces americanas, rock mallorquín... Benditas etiquetas, son como jugar al teléfono descacharrado. Sin embargo, los Murder tenían un punto punkarra que no sonaba para nada a La Frontera, Los Rebeldes o todos esos grupos con los que los emparentaban. “Niño asesino” y “Hay amores que amputan” son mis favoritas. Puedo imaginármelos tocando en las fiestas del barrio, a medio camino entre los Dinamita Pa’ Los Pollos y los Parálisis Permanente. Años después de que se separaran, siguen siendo amigos y actuando como músicos de fortuna, si tiene usted alguna fiesta y se los encuentra, quizás puedas contratarlos. Toni Monserrat se montó hace unos años Toni Monserrat Inc y sacó un recomendable 38 Bucks donde colaboraban gente como Tim Easton o Jason Ringenberg. En compañía de Simó Vall, también en los renacidos BB Sin Sed, Monserrat ha actuado en Barakaldo (El Tubo, ahí es nada) y Bilbao (Power Records, un par de veces ya, que son como de casa) y a Elvis pongo por testigo que volverán a repetir. Mientras tanto, yo me pincho el disco que ha sobrevivido y me permito formar parte de su historia aunque nadie me haya invitado. 

Muy muy al norte de la carretera de Manacor y años años después de que todo ocurriera, llega el vasco a Porreras y se lleva el último que queda. ¿Qué te parece? 

Comentarios

Distorsjón ha dicho que…
Descubrí a Toni Monserrat en El Tubo, presentando el "38 Bucks". Yo no le conocía de nada ni a él ni a su música. Y me gustó mucho. Las canciones que más me gustaron, las de Murder in the Barn "Niño Asesino" y "Fotocopias en el Acto". Además, Toni me regaló un CD de su disco "38 Bucks". Aún tengo que decirle qué me ha parecido.
Holden Fiasco ha dicho que…
Si todo va según lo previsto igual puedes volver a verle en un par de meses y se lo dices en persona. Crucemos los dedos
Distorsjón ha dicho que…
De puta Mulder.
Unknown ha dicho que…
Una leyenda viva en la Isla.
Distorsjón ha dicho que…
Estoy a tope con Toni Monserrat Inc y Murder in the Barn. No me lo quito de la cabeza. Me acaban de dejar una pila de CDs de grupos como Social Distortion, Fugazi, La Perrera, o The Dictators, y sin embargo no puedo dejar de oír el 38 Bucks.
Me acuerdo cuando Toni me lo regaló, que lo puse al día siguiente en casa y no lo acabé. Pensé: vaya mierda o moñada (con perdón). Hasta que volviste a hablar en este blog de él y me dio por darle una segunda oportunidad. Y estoy enganchado. Es cojonudo, me encanta. Hasta me he pillado el LP de Murder in the Barn, no te digo más. Bueno sí, que muchas gracias por el descubrimiento.
Holden Fiasco ha dicho que…
A alguno que yo conozco le has hecho el día un poco más feliz hoy, tío.
Distorsjón ha dicho que…
Merecido se lo tiene.