Trabajo y placer



Llevo unos días consumido por el curro, de verdad, perdonad que empiece así. Dicen que todo el mundo tiene derecho a quejarse, pero a mí me da un poco de palo. No trabajo a turnos y llego con la espalda doblada y la cara colorada por la eléctrica, como le pasaba a mi padre. ¿De qué me quejo, entonces? Tengo curro, además, así que soy afortunado. Me revienta que yo me queje de esto cuando veo a mi suegro jodido porque después de trabajar cuarenta años, ahora, para evitar el paro, vuelve a tener que ponerse el buzo y aguantar a peones que te tocan los cojones porque la edad, al parecer, en lugar de hacerte más listo te hace más torpe a los ojos de niñatos sabelotodo que han nacido con el discurso de poder tan quebrado que se creen que la mejor manera de reivindicar al obrero es copiando los vicios del patrón. También siento ponerme así de estupendo, pero el cansancio me ofusca y es más fácil cabrearse que mirar las cosas con perspectiva. Yo tengo un curro de esos que se llaman liberal, de los que parece que no sirven para nada porque no producen nada visible, tangible, vendible, y encima la abuela no puede entenderlo ya que no tengo horarios fijos. No ficho, no pillo bajas, no tengo jefes que me putean. A cambio, trabajo todos los días del año, estoy perdiendo la vista y la cabeza, y no tengo un jefe, tengo varios, y algunos son inexcrutables y omnipresentes. Pero nunca me quejo, hasta hoy, que me ha salido como de filo y luego me he dejado llevar y ya llevo un párrafo entero soltándoos una chapa que habrá acabado por hacerme perder a las dos o tres personas, incautas e inocentes, que aún siguen leyendo este blog a pesar de mis largos periodos de silencio y, sobre todo, a pesar de que, y tiene coña, se suponga que es un blog para hablar de música y últimamente ni la escucho ni la veo.

Pero hablé el otro día con Patxi Harper. Yo pretendía mirar el escaparate de Long Play y lo que hacía era mirar la pantalla del móvil hasta que Patxi que pasaba por allí me sacó de la morralla de contestar emails incluso cuando andas por la calle. Un día en lugar de adjuntar una archivo voy a adjuntarme una ostia de campeonato. Le pregunté a Patxi por el concierto de Bullet Proof Lovers. Hablamos del próximo viernes y del que dará Rakel Winchester en el Edaska. No me di cuenta entonces, porque ya lo sabía de antes: últimamente lo que hago es preguntarle a la gente qué tal los conciertos. Me voy a hacer cronista en diferido. Pero si ya me he quejado de la carga de trabajo y ahora me sigo quejando de la abstinencia musical, mejor me corto una falange, la meto en un sobre y me pido rescate: hay cosas buenas. Creo que 2016 ha sido un año cojonudo y lo va a ser aún más en lo que queda. 

El otro día oía en la radio que Kendall Jenner había cerrado su cuenta de instagram, mamá, que me da un patatús. Algún seguidor incondicional bramaba al cielo por la desgracia y decía que ya se podía afirmar que 2016 era el peor año de la historia mundial. ¡Ala! De la historia mundial, tú. Ni pestes ni guerras ni hambrunas ni genocidios, que la pequeña de las Kardashian se ha desenchufado. Pero, muchos, aunque no por esto, sí que afirmarán que 2016 pasará a la lista de años negros o annus horribilis que diría Isabel II: Donald Trump ha sido la guinda del pastel, aunque aún queda mes y medio para mejorarlo (o empeorarlo). En lo musical, los argumentos son aún más redondos: Leon Russell, Merle Haggard, Glenn Frey, Paul Kantner, George Martin, Leandro "Gato" Barbieri, Jim Boyer, Otis Clay, Mose Allison, David Bowie, Prince y Leonard Cohen. Todos nos dejaron. Y aunque fue en 2015, eran ya 28 y 31 de Diciembre cuando también dijeron adiós para siempre Lemmy Kilmister y Natalie Cole. Un año jodido, sí. Para compensarlo, los académicos suecos le dieron el premio Nobel a Bob Dylan, supongo.

En este blog, sin embargo, no solemos mirar tan lejos, pero, aquí cerca, las noticias son igual de lustrosas que los ocho millones de coronas suecas que te llegan acompañados de una medalla de oro y un diploma en memoria del inventor de la dinamita. Hace unas entradas ya hablamos de lo cojonudo que era que nos hubiéramos tenido que gastar lo que sobra después de pagar la hipoteca para pillar los discos de La Kontra, Las Sexpeares, Toni Metralla y los Antibalas y Last Fair Deal. Pero el fin de año nos guarda aún más sorpresas. En el año en que Atom Rhumba nos han hecho volver a pensar en ellos, Villapellejos sacó un disco que aún no tenemos igual que Los Plomos lo sacaron un año antes y aún no lo hemos conseguido. El sonido Deustchester Home se asienta y emparenta de tal manera que hasta Melena Simone colabora para que David Murders se ponga sombrero vaquero aunque sea entre las sombras y vuelva a enchufar su guitarra. Y si estaba en Long Play cuando apareció Patxi Harper era solo porque minutos antes había pasado por un Tubo vespertino con la persiana bajada y había visto un cartel anunciando nuevo disco de Positiva. Y, como no decía Van Gaal, siempre Positiva, nunca negativo. Más: Tiparrakers graban tan rápido como yo me sonrojo si me pellizcas el cachete. Yo ya he oído alguna pista y no exagero si te cuento que el otro día con la superluna pedí de deseo que me dejaran hacerlo de nuevo y pronto. ¿Cómo no va a ser bueno un año bisiesto si pasan por el estudio estos y los TurboFuckers? Además, para más sorpresas, enredo en internet y por casualidad descubro que hay una cosa que se llama Tabula rasa y es el nuevo disco de los Willis Drummond. Por favor, ya solo falta que Toni Monserrat Inc acabe por grabar esas canciones que llevan tiempo prometiendo que van a grabar. 2016, lo siento por los seguidores del instagram de Kendall Jenner, no va a ser un año tan malo como indica el obituario musical. 

No es ésta una entrada como ésas que se escriben en Diciembre para hacer recuento del año porque yo no sé escribirlas: no tengo memoria y, además, debido en parte a este trabajo mío que me consume y del que no me quejo aunque lo haga, para mí los años empiezan en Septiembre y terminan en Julio. Y como no es ese tipo de entradas, tampoco voy a hacer promesas que luego no cumpliré. Ahora, eso sí, hay un deseo: a ver si levantamos vuelo y dejo de escribir de escribir sobre música para escribir de música. ¿Se entiende? 

Ah, y por cierto, si quieres que el fin de año sea aún mejor: 28 de Noviembre, Tim Easton en directo y en Bilbao. Ya que he dicho que no iba a hacer promesas, prometo: pronto escribo una entrada sobre él.

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