Le FestiBal Est Fini



Bueno, resumamos. Los resúmenes estos siempre me salen un poco... Y qué, ostias, vamos a ponernos excesivos y tiernos. Pero eso luego; lo dejo para el final. Ahora, empecemos por el principio.

El año pasado ya hicimos lo mismo, o algo parecido, pero este año nos propusimos hacerlo mejor: si vamos a ir de conciertos en fiestas, hagámoslo bien. David me había dicho que este blog tendría en primicia la lista de conciertos de El Tubo. Bueno, pues eso merecía hacer las cosas bien. Además, Javi había estado meses enseñándome el cuaderno cuadriculado donde iba apuntando las bandas que pensaba traer a El Cuervo. Se palpaba la ilusión. ¿Cómo no íbamos a implicarnos? Así que hicimos lo que pudimos para participar de esta fiesta que, en realidad, tiene dos grandes protagonistas: los hosteleros y los músicos. Dos gremios que a veces se confunden y otras veces se coligan de una manera que nos puede dar la vida. Esta semana ha pasado eso último, en mi humilde opinión.

En algún momento, se me ocurrió llamarlo FestiBal. Con B de Barakaldo y sin más añadidos. Me comí la cabeza, te lo creas o no, porque no quería hacer, de ninguna manera, una palabra compuesta terminada en fest. El caso es que alguien, en un comentario por las redes sociales, dijo, al hilo de otro, y supongo que de coña pero acertadamente, que más bien era un FestiBar. Igual hasta hubiera quedado mejor, pero, para entonces, y para mi sorpresa, lo del FestiBal ya estaba institucionalizado. A nuestro amigo Antonio de Rock Attitude Facezine se le ocurrió aprovechar el resumen que yo había hecho en el blog y encartelarlo. Eso ya fue el acabose. El FestiBal existía.

Creo que fue el día de Haggish. Antes de que empezaran a tocar, estaba fuera echándome una cerveza con Ian McLaren, y empezamos a hablar de esto. Salió el nombre que tenía que salir: el South by Southwest. Pero no el de ahora, el primero. El de andar por casa. Creo que este FestiBal ha sido lo más parecido a un formato que siempre me he imaginado aquí, en el pueblo. Estaría bien hacerlo fuera de la semana de los Cármenes. Conciertos en bares, en la calle, en estaciones de tren, jardines, mercados y cajeros automáticos, programados y por sorpresa, bandas que empiezan y otras que regresan, acompañados por otras actividades lúdicas y académicas. Fueron cinco minutos, pero tío, a Ian y a mí se nos encendieron los ojos y creo que fuimos capaces de visualizarlo así, en un fiuum. Pero se esfumó. En parte, lo estábamos viviendo. Porque pasarte una semana entera yendo de este a oeste de la ciudad, duplicándote la existencia para poder compaginar, encontrándote con que algún concierto lo tienes que ver desde la puerta porque ya no entra ni un alfiler, escuchando a las bandas que vienen de fuera sentir envidia y compartir el orgullo de participar, quedarte a charlar después del concierto, brindar, la camaradería, el buen rollo... todo esto no me lo estoy imaginando yo, ¿no? Bueno, igual sí. No sé si es el South by Southwest, el FestiBal o una fantasía que yo me trago por alegría y porque soy así de inocente, pero, como dice el refranero, que nos quiten lo pogao.

De todo lo que vi no voy a volver a hablar. Ya lo he hecho intentando resumirlo en menos de 500 palabras por banda. De muchas me atreví a hablar sin haber visto el concierto entero, cosa que siempre intento evitar, pero ya pedí perdón. De otras logré escribir después de robarle tiempo a la resaca, la familia o el trabajo. A contrarreloj y de pie en una cafetería mientras me decían si el periódico que se me había quedado pegado al codo lo iba a leer o podía prestárselo: así que hice lo que pude y hasta allí llegamos. Han sido, en total, 6576 palabras publicadas, porque escribir, he escrito unas cuantas más que tuve la decencia de borrar. Repartidas entre quince bandas de las que escribí aquí (por orden de actuación: Copycats, Pomeray, Tacoma, Haggish, Macarrones, Last Fair Deal, Huts, Los Roñas, Putakaska, Mud Candies, Los Vibradores, Chulería, Shock y TurboFuckers). Se podría hacer un buen festival con ellos. Igual que se ha hecho un gran FestiBal.

Pero ya he dicho que me iba a poner excesivo, así que voy a hablar también de lo que no he visto o de lo que no he hablado aquí. Porque ver, vi más bandas: a los River Oaks District en el Panorama, a Rat-zinger y Gris Perla en El Cuervo, a La agonía del congrio en Rocketa o a las Moonshakers en La Riojana, pero de todas estas bandas vi muy poco o lo vi muy mal, con lo que preferí no inventarme más de lo que ya me imagino normalmente. Tomando una cerveza en el Tubo, por ejemplo, los Sermonds probaron sonido y se tocaron un par de temas. Luego tuvimos que irnos. Probablemente sea el concierto que más he lamentado perderme, junto con el que cerraba la tanda, el último vespertino en el mismo sitio, el de Superfortress, pero a todo no se podía llegar. Radikal Hardcore, Lomoken Hoboken, Southern Lights, Boogie Riders, Las Sexpeares o la doble sesión burgalesa con Downtown Brigade y Cristo Mutante... Hubiera querido ir a todos, pero, como siempre repito, no soy profesional y casi que ni amateur. No podía ser. Sin embargo, procedía mencionarlos aquí, a todos ellos y a los que faltan pero están en el cartel. También a otros que se añadieron luego o a algunas otras actividades culturales ajenas a la música (no del todo) a las que sí asistí, como la exposición de fotografías de David de Haro que organizó Fotopop (con actuación musical incluida) o la visita guiada al Basterra.

Si tuviera que hacer un resumen, diría que el nivel musical de esta semana ha estado en el notable alto; probablemente, en el sobresaliente. La calidad del sonido ha sido, por lo general, buena. Ha reinado el punk (más o menos bastardo) entre los estilos y tengo la sensación de que ha sido una semana de frontmans (o frontmen, lo que quieras). Quizás haya faltado algo más de diversidad, pero igual la ha habido y yo no la he visto. Y, en algunas ocasiones, ha faltado público: relevo generacional. Lo que sí he visto ha sido compromiso e implicación: interés por la cosa pública, que no debería ser más que la música, toda la cultura, el codo con codo y, de vez en cuando, la diversión desbocada. De todo eso hemos tenido, y como decía al principio, hay dos gremios a quien, principalmente, se lo debemos agradecer: los músicos y los hosteleros. Y ambos grupos los hago expansivos, incluyendo a técnicos de sonido, encargados del merchandising, pipas, plomos, fotógrafos musicales, camareros de refuerzo, cocineros y porteros. Todos. A ellos les debemos el placer de haber disfrutado de esto. A ellos y a los asistentes, claro.

Venga, que llega el pasteleo. Total, ya carezco de toda reputación: antes de terminar, felicitaré a algunos nombres propios. A subrayar el atrevimiento en la programación de Javi en El Cuervo: había que alojar eso ahí con muchos bemoles. Podíamos habernos quedado a acampar en el callejón de atrás. Se merece un aplauso y doble tirabuzón, pero no se lo digo más que se le sube a la cabeza. Enhorabuena a él y a toda la peña que curró con él esta semana, incluyendo a DJ El Niño de cuya sesión no dije nada en la crónica, pero allí estuvimos cantando a pulmón el "Maggie May". Aplauso también para la gente del Rocketa por obligarnos a hacer ejercicio y bajar hasta allí abajo, que no se quitaban las ganas por la caminata. A la Riojana por insistir e insistir y por mantener un bar acogedor y comprometido. Y a todos los demás, a los que no fui o fui menos o fui tarde o fui pronto, porque se les agradece el esfuerzo y el interés puesto en la música: el aire fresco en la calle San Antolín, gracias al Eguzki, la Palentina y el Dantzari, por ejemplo. Pero, sobre todo, esto ya os lo olíais, y es que no podía ser de otra manera, le doy las gracias a Patxeko y a David, por una semana de gloria en la que la oscuridad del Tubo nos ha iluminado el camino. No son gratis los halagos y ellos se los han ganado a pulso. Desde aquí va mi genuflexión en señal de admiración y les regalo esta rima infortunada para que no les falte de nada. 

Ojalá crezca esto y se perpetúe. En un mundo perfecto, los vecinos estarían contentos a pesar, los hosteleros satisfechos al contar, los músicos cómodos al tocar y nosotros felices al oír. Ojalá, repito, siga siendo así.  

Ahora, vamos a ir despidiéndonos poquito a poco. Todavía queda alguna cita pendiente, empezando por este viernes. Y en agosto intentaremos darle salida a varias cosas, pero a otro ritmo. La única música en directo que voy a escuchar es el de los cambios de marea, los trinos de los pájaros, mi respiración en la siesta, las páginas que silban al pasarlas... Muy bucólico, lo sé, pero necesario. Ya volveremos con más fuerzas... por qué no. Total, no hacemos daño a nadie, ¿no?

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