Ket



Una cosa te voy a decir, y ya desde el principio: no iba a escribirlo. Iba a quedarme con esa imagen en la cabeza para siempre y ¡fum!, como hacen los magos de pacotilla, desaparece. No iba a hacer entrada de Deniz Tek y compañía por dos razones: una, días que pasan y la cosa pierde sentido. Dos, he leído las crónicas, he hablado con gente del concierto, hasta estoy de acuerdo con mucho de lo que dice en la suya Óscar Cubillo. ¿Qué voy a añadir yo pues?
Yo iba a quedarme con lo musical, que suele ser lo primero, quieras o no quieras, en esfumarse, y recordar cómo sonaron canciones como "NY Confidential", "Prison Mouse" o la instrumental "Comanche", todas en el último disco de Tek. O las versiones de Radio Birdman y The Fleshtones. Los elegantes y oscuros punteos de Tek, los que hacía en horizontal su compañero Keith Streng o la contundencia en la parte rítmica de los hermanos Godoy. 
También iba a quedarme con lo más abigarrado y visual, lo menos musical: cómo se daba la vuelta Streng, agarraba su copa de vino, y miraba hacia el infinito como si estuviera desplegando toda su plácida lucidez en algún otro dominio completamente alejado de la realidad del Satélite T. Los dedos fajados y vendados de Tek, danzando como poseídos mientras toca la armónica. La rotunda plasticidad muscular de Steve Godoy. La colección de camisetas serigrafiadas que convirtió el Satélite T en un concurso del buen gusto musical. Ibas buscando a ver con cuál te quedabas, mientras los dueños se engalanaban al dejar patente su paladar. Mirabas tu camisa negra, mal planchada y sin rotulación y te susurrabas: "así te va". 
Y así fue. Todo muy rápido. Cuando nos quisimos dar cuenta, ya estaba la música de vuelta en el Satélite T, pero enlatada. En un fin de semana donde visitaron Bilbao Rudi Protrudi, Deniz Tek, Keith Streng, Richard Manitoba, Ross Friedman, Rafa Suñén y Johnny Cifuentes parecía mentira que nos los fuéramos a perder a todos y, al menos, llegamos a tiempo de ver a unos, reforzando ese idilio con el rock and roll más puro, enigmático y roñoso. Si sentimos predilección por lo que pasó en Detroit y por lo que hacían en Australia, imagínate lo que pasa cuando un tío de Ann Arbor que escuchaba a sus vecinos de Sonic's Rendezvous Band emigra a las antípodas y se pone a tocar la guitarra con autóctonos con los que comparte los mismos vicios y virtudes. Pues pasa lo que pasa, que cuarenta años más tarde se pasan por aquí, casi al final de una de esas giras apabullantes (del 5 al 30 de Abril solo dos días de descanso y ese domingo en Euskadi con cita doble para compensar), tú te presentas allí y nada parece decepcionarte. 
Lo único que te decepciona eres tú, que, como siempre, dices que decías que no ibas a hacer pero vas y lo haces, lo estás haciendo. No pude remediarlo, no lo remedio. Lo voy a hacer corto, eso sí, lo estoy jodiendo. Fin. La próxima vez que escriba sin quererlo voy a hacerlo como en el rotulado de los servicios de emergencia para que después tengáis que leerlo en un espejo, así, por lo menos, haré algo nuevo y distinto: Ket - Tek. 

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